Hoy es un día triste para la cultura gastronómica. Uno de los más grandes exponentes de la cocina catalana ha fallecido y nos ha dejado tan prematura como súbitamente.
Siempre es trágico que un ser querido se vaya pero lo es más cuando ves que con cincuenta y pocos años y, cuando aún le quedaba mucho por enseñar, ya no está.
Lo que ha dejado para la cocina es mucho. Los que en mayor o menor medida pudimos compartir sus fogones en el Raco De Can Fabas o cualquiera de sus otros restaurantes, lo sabemos de buena mano. Inclusive cuando polemizó, a riesgo de gustar o no, generó conocimiento y nos enriqueció con una mirada crítica que en momentos de ceguera (porque todo lo que brillaba era oro), vino bien para hacernos pensar y valorar los orígenes, lo clásico, lo sencillo.
Sólo quiero presentarle mis respetos a un hombre que más allá de ser un gran profesional digno de tomar como ejemplo, fue también justo, cordial, honesto y desenfadado a la hora de compartir su tiempo, dando a muchos la posibilidad de disfrutar de su mesa, su casa y hasta su familia.
Mi más sincero afecto y apoyo a su familiares que, deben estar orgullosos de saber que sin importar las fronteras o distancias, el mensaje de Santi Santamaría llegó y llegará a muchos países del mundo a través de la gran obra culinaria que está plasmada en sus hermosos libros que están llenos de pasión honestidad y libertad.
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